Nelson Mandela una vez dijo, “La educación es el arma más poderosa que se puede tener para cambiar el mundo”. ¿Por qué es tan importante educar?
La educación siempre ha sido un factor importantísimo para nosotros, los humanos, a través de ella hemos aprendido a comunicarnos, a entender y expresar lo que sentimos, es lo que en gran parte nos hace humanos y nos permite convivir en sociedad, la educación, nos desarrolla y nos forma como personas, por ello es tan fundamental desde que somos pequeños.
Siguiendo con su frase anterior Nelson Mandela continúa diciendo, “La educación es el gran motor del desarrollo personal. Es a través de la educación como la hija de un campesino puede convertirse en un médico, el hijo de un minero puede convertirse en el jefe de la mina o el hijo de trabajadores agrícolas en el presidente de una gran nación”. Lo que nos quiere transmitir a través de esta frase es que al final son nuestras acciones y comportamientos lo que nos van a definir como personas.
¿Educar, por tanto, significa: decir lo que está bien y mal?
Educar a nuestros hijos no es solo decirles lo que deben y lo que no deben hacer, la educación no se enseña solo a través del lenguaje. Con nuestros gestos, nuestras formas de sentir, los mimos, las caricias, también son formas de enseñar. De hecho, los niños aprenden mucho más con el lenguaje no verbal que con el verbal. Todos los padres están constantemente educando a sus hijos, para bien o para mal, pero todos están enseñando, formas de ser y de comportarse.
Para un niño, sus padres son sus modelos, primero observa, aprende y luego actúa. Esto lo podemos observar en familias de nuestro alrededor, hijos que hacen los mismos gestos que sus padres o que utilizan las mismas expresiones o formas de hablar. El problema es que lo imitan todo, lo bueno….
Y lo no tan bueno….
¿Para educar es necesario ser autoritario?
Con la educación también se enseña a los niños a tolerar la frustración, aceptar negativas, compartir sus cosas con otros, ser más permisivos a la opinión o comportamiento de otras personas, no imponer sus intereses, etc.
La autoridad es importante a la hora de educar, pero ¡CUIDADO! es un arma de doble filo, la autoridad mal utilizada también puede ser perjudicial para la educación de los hijos. Unos padres muy autoritarios impiden que el niño crezca, pueden dañar su vitalidad y destruir su confianza, además en muchos niños genera una reacción de violencia como respuesta hacia los padres.
Sin embargo, la permisividad por su parte también es perjudicial, no hay que poner en duda la eficacia de los límites, los niños por su parte tienen que entender que existen una serie de límites que no hay que sobre pasar.
Los estilos educativos los dividimos en 4 tipos, ¿Con cuál te sientes más identificado?
Uno de los errores más comunes es ejercer la autoridad en extremos, a veces mucha autoridad y otras muy poca, esto provoca en los niños desconcierto y mucha desorientación. Ejercer una buena autoridad, es tan sencillo como actuar de acuerdo a nuestros ideales. Esto de a veces ser autoritario y a veces no, suele ir muy de la mano con nuestro estado de ánimo, muchas veces nos encontramos cansados o de mal humor y es ahí cuando ejercemos más autoridad que cuando nos encontramos bien y animados. Aunque a veces nos cueste, hay que intentar diferenciar cuando nuestros hijos están haciendo las cosas mal y cuando somos nosotros los que nos encontramos mal.
A continuación os ofrecemos algunas recomendaciones para un buen uso de la autoridad.
· Todo aquello que se mande, debe estar pensado en el hijo y no en los padres. En ocasiones ponemos las ordenes en función de lo que nos compensa en ese momento, las ordenes deben partir desde las necesidades de los hijos. Se recomienda primero ordenar las normas en función de su importancia, ya que hay cosas que no son nada importantes, otras que son menos, y otras que sí lo son.
· Se deben mandar pocas cosas a la vez. Normalmente pensamos que muchas ordenes equivalen a ser autoritarios y no es así, si no, al revés. Mucha autoridad puede promover niños dependientes y agresivos.
· Hacer cumplir aquello que se manda. Una vez que mandamos algo para cumplir, se debe mantener hasta que se cumpla, no es bueno ir cambiando la norma en función del día y de lo que nos venga mejor.
· Es mejor estimular antes que prohibir. Está demostrado que es mejor el estímulo que la prohibición. Es decir, es mejor estimular o aplaudir lo que está bien hecho que prohibir las acciones que no queremos que se repitan. Por ejemplo, si un día nuestro hijo recoge su plato sin que se le haya dicho previamente, es mucho más probable que lo vuelva a hacer si lo aplaudimos y le decimos lo bien que lo ha hecho. Por otro lado, lo prohibido siempre suele ser más tentador, incluso para los adultos, ¿cuantas veces nos han dicho que no hagamos algo y lo hemos hecho?.
· Razonar y ordenar son dos cosas diferentes, pero ambas necesarias. Es importante que los niños tengan unos límites y una serie de normas que cumplir, pero siempre deben saber por qué cumplen cada una de esas normas y por qué no deben de realizar determinados comportamientos. Si los niños entienden por qué deben o no deben hacer algo es más probable que cumplan con su comportamiento, que si no entienden por qué deben hacerlo, este es el mítico porque sí, o por qué no, de los padres, si ni siquiera los propios padres tenemos una explicación de por qué queremos que nuestros hijos hagan o deje de hacer algo, no podemos pretender que los niños lo hagan encima sin rechistar.
Quiero acabar este post con otra frase que me gusta mucho de Benjamin Franklin que dice, “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuero, involúcrame y lo aprendo”.
Ana Martínez
Psicóloga colegiada M-32684
Responsable de Programas y Talleres de Equidae