Cómo pedir un cambio y no morir en el intento.

¿Existe algo más frustrante que pedirle algo a alguien repetidamente y que no nos lo conceda? Como se suele decir hoy en día, frustración nivel EXPERTO… y la frustración es muy mala consejera, ¿no estáis de acuerdo?

Y es que a pesar de ser ya adultos siempre más que menos nos quedan vestigios de la infancia, como la necesidad de que las cosas ocurran AQUÍ y AHORA, que la gente siempre tiene que actuar como esperamos que actúen sino nos enrabietamos o caer en el chantaje emocional si eso no ocurre.

Hoy vamos a abordar el tema de la petición de cambio o lo que en psicología llamamos: modificación de conducta.

Si buceamos en la literatura científica y en manuales de psicología podemos encontrar muy diversas técnicas para fomentar cambios en otras personas, padres que quieren que sus hijos abandonen el abominable mundo de las rabietas, por ejemplo. Pero, si están la mayoría tan probadas, justificadas, empíricamente demostradas, ¿por qué en muchas ocasiones no dan su fruto?, ¡¡qué desesperación!! Bueno, ante todo, calma… Y no es una forma de hablar, ya que necesitamos altas no, altísimas dosis de calma. Ahora veréis por qué.

En consulta trabajamos mucho y con mucha frecuencia la modificación de conducta ya que nos llegan un gran número de casos de niños y adolescentes con problemas de comportamiento.

Evidentemente la clave del éxito no es solo una, sin duda es multifactorial, pero para mí algo imprescindible son los padres, mis queridos y sufridores co-terapuetas que les exijo casi más que a mis niños y, ¿por qué?, porque, aunque sé que es difícil y agotador, es crucial para que los niños dejen malos hábitos y empiecen a funcionar desde una manera más adaptativa, que los padres sean unos buenos modelos de conducta.

Un “must” (que dirían los ingleses) ==> predica con el ejemplo (no le puedes pedir a tu hijo que no te grite mientras se lo estás diciendo como si fueras el mismísimo Hulk), si lo pensáis es una pequeña- gran contradicción, al igual que quedaría un poco raro que le animarais a alguien a dejar de fumar mientras os estáis fumando un Habano.

Me consta que no es tarea fácil, papás y mamás, si solo tuvierais en vuestra vida la tarea de educar a vuestros hijos… Llegáis a casa cansados, estresados o tal vez lleváis todo el día en casa y necesitáis tomar aire y si con toda esa carga llega vuestro hijo con alguna de las suyas (que encima tal vez sea la enésima vez que lo hace…), ¿quién consigue abordar el problema con calma? lo sé…

Es una tarea que implica mucho trabajo personal de autocontrol y, sobre todo, de tratar de cambiar las gafas con las que miramos a nuestros hijos en esas situaciones de tensión. Esas conductas desadaptativas esconden un profundo malestar emocional, una cantidad de emociones que no saben, por el momento, canalizar por ellos mismos, por eso os necesitan, necesitan vuestra ayuda, enseñarles a entender qué les pasa y a controlar esa explosión de emociones, no necesitan que seáis el enemigo ni tampoco debéis permitir que os conviertan en chivos expiatorios. Lo ideal es un término medio, algunas sugerencias:

  • Ante todo, respeto mutuo, nadie insulta, si etiqueta, ni juzga, ni grita.
  • Tratar de evitar el sermoneo extenso (los niños se pierden en él y los adolescentes se desconectan) pero sobre todo cuando están alterados, no escuchan.
  • Cuando están muy alterados hay que tratar de encontrar o al menos pensar en el por qué, ya que no es lo mismo la rabieta porque están cansados o se encuentran mal, que la rabieta por frustración porque no les has comprado un juguete. Esta última hay que ignorarla (aunque implique pasar un rato de vergüenza en la tienda).
  • No caer nunca en el amor condicionado, hace niños inseguros. Implica manifestarles que solos les queremos si se comportan como deseamos. Deben sentirse siempre queridos pero determinadas conductas no se pueden consentir y se ponen consecuencias.
  • Mantener la calma cuando les marquemos un límite. Ellos van a encontrar refuerzo en vuestra desesperación (al fin y al cabo, es atención, de la mala, pero atención), tratad de ser buenos actores y disimularlo.
  • Los premios y castigos (límites) deben ser, siempre que se pueda, cercanos a la conducta y ajustados a la magnitud del acontecimiento. Evitar castigos desproporcionados o no alcanzables.
  • Juzgar hechos y no a la persona. Evitar el “siempre” y el “nunca” ==> “es que nunca vas a cambiar”.
  • Abusar del refuerzo positivo. Cualquier conducta reforzada tenderá a ser repetida. Poner más el foco en las conductas adaptativas y deseadas que en las negativas.

Espero que os resulten útiles y para resumir os animo a que os quedéis con la importancia de la COHERENCIA y el MODELADO. Para alcanzar el éxito, el trabajo y el esfuerzo ha de ser mutuo entre el que pide el cambio y el que necesita realizarlo.

P.D.: Aplicable también entre adultos.

¡Feliz semana!

Ana Preysler

Psicóloga colegiada M-23895

Especialista en clínica infanto-juvenil

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