¿Qué le pasa últimamente a la gente?, ¿o tal vez no es últimamente y yo ando más susceptible? De cualquier manera, ¿¿que le pasa a la gente?? Malas caras y peores modos, impaciencia, falta de solidaridad y de respeto, ignorando normas básicas de educación (Barrio Sésamo – capítulo 1): hola, adiós, por favor y gracias… ¿me dejo algo?

Me imagino que todos estaréis pensando que la respuesta es más que obvia, la gente es infeliz y por eso pasea una actitud cargada de amargura en la que no tiene cabida ser amable y educado con el prójimo. Hoy una dependienta del Corte Inglés nos contaba a mi madre y a mí que una señora le había pulsado “carita roja” (muy insatisfecho) en la encuesta de satisfacción y cuando le preguntó el motivo le respondió que porque no quería ser como todo el mundo que solía dar a la carita verde oscura (muy satisfecho), ¿por originalidad ensucias la reputación laboral de un empleado?

La semana pasada llegué de viaje con tantos trastos para entrar al portal que más que una vuelta de fin de semana parecía una mudanza, menos en los dientes llevaba cosas colgando por todo el cuerpo. De esa guisa y con la puerta de mi portería de hierro forjado que pesa como un demonio me disponía a entrar en el portal, un pie empujaba la puerta y con medio cuerpo fuera y medio dentro intentaba alcanzar todos los bultos para meterlos de uno en uno (visualizáis la imagen ¿verdad?). Menos mal que dentro del portal había 3 personas, una de ellas vecina de mi piso, que corrieron raudos y veloces a sujetarme la puerta y decirme si necesitaba ayuda para meter algo… Ah, no, perdón, me he equivocado con la historia, me miraron y siguieron hablando… en fin… he de reconocer que entré y no dije ni hola… es una cadena, me tratas mal, te trato mal y así vamos…

¿Sabéis lo que son las neuronas espejo?, están relacionadas con el comportamiento empático, social e imitativo, por ello también son responsables del contagio de las emociones, porque me imagino que os habréis dado cuenta de que las emociones se contagian y sino pensad en cualquier ejemplo cotidiano, si alguien ríe con ganas es difícil contener la risa si estás a su lado y, ¿la tristeza?, muy de piedra tienes que ser si no te conmueve ver a un ser querido sufrir. El miedo y la histeria colectiva en el pasaje del terror del parque de atracciones o la tensión ambiental cuando en una habitación hay personas enfadadas.

Por todo ello, pienso que el malhumor masivo, invasivo y expansivo de nuestra sociedad tiene que ver con estas neuronas también.

Para mí la verdadera pregunta sería la contraria, ¿de verdad cuesta tanto ser amable?, y seguro que bastantes me contestarían que mucho porque cuando uno tiene problemas no tiene tiempo ni capacidad para ser amable. Pues lo siento mucho señores porque no estoy nada de acuerdo.

Pienso que el problema, la preocupación, la enfermedad, lo que sea que nos tiene la razón y el corazón ocupados, van a seguir allí hasta que lo solucionemos o lo aceptemos pero el ánimo y la forma de pensar se pueden modificar al igual que la relación con los demás, ¿o es que sale más caro sonreír que poner cara de asco?, ¿o pedir las cosas por favor que sin favor?

Yo os animo a través de esta reflexión a que probéis a ser más amables con la gente que os crucéis, un peatón, otro conductor, un camarero, un vecino, alguien de otro departamento en tu oficina… No solo cambiaréis esos minutos de esa persona, también cambiaréis la vuestra, os daréis cuenta de que os sentiréis mucho menos tensos, malhumorados, en definitiva, menos enfurruñados. Recordad, ¡las emociones se contagian!

¡Si os apetece podéis compartir con nosotros vuestras experiencias al respecto!

Hasta el próximo #post. ¡Feliz semana!

Ana Preysler

Psicóloga colegiada M-23895

Especialista en clínica infanto-juvenil

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