Para mí el hecho de acompañar a una persona en su #sufrimiento (sea grande o pequeño) es todo un arte porque, primero, creo que no es tarea fácil y, además, que no sirve solo con estudiar psicología y aprender unas técnicas, el abordaje de las emociones es más bien algo que sale del #corazón, de la #empatía y de la #generosidad del que acompaña.
Yo me formé en esta área, para mí, con los mejores: Pilar Arranz y Miguel Costa, fueron mis profesores en el #máster de Psico-oncología y fue el gran descubrimiento como profesional y como persona. Ellos trabajan y acompañan a pacientes en el contexto de la Psicología de Salud desde el #Counselling, que es mucho más que una técnica, es una manera de entender la relación terapéutica entre paciente y psicólogo, en el que prima la escucha activa, la ausencia de juicio y el autodescubrimiento, se genera un espacio donde todas las emociones se escuchan, se atienden y se #respetan, se permite su presencia lo primero y ya después de buscan las soluciones a los problemas o se trabajan la aceptación de los mismos.
Y dicho esto, puede que penséis que cómo vais a hacerlo sin ser psicólogos, ni haber estudiado para ello, tranquilos, porque la intención de este #post es ofreceros algunas #pautas sencillas pero súper #útiles para que podáis dar #apoyoemocional, consolar a quién lo necesite de vuestro entorno, porque es cierto, y en consulta me cuentan muchas veces, que en ocasiones no se sabe qué decir o lo que se dice irrita más al que escucha o no conseguimos que se sienta comprendido, ¿os suena?
Lo que en ocasiones ocurre es que la #comunicación entre esas dos personas se ve interrumpida e incluso puede llegar a haber distanciamientos.
Para evitar y minimizar que esto ocurra, aquí van algunas recomendaciones:
- Lo primero y más importante, no le quites hierro a lo que te están contando ni utilices el “pues yo más”, es decir, cuando te cuentan algo que les ha pasado y tú añades, “buah, algo peor me pasó a mí el otro día…”. No es una gran idea, la persona se siente colocada en segundo lugar. La gran mayoría de la gente piensa que, si conseguimos que la persona que tiene el problema lo vea como menos grave, se va a sentir menos mal y es cierto, pero aquí si importa el orden de los factores y esta parte de hacerle ver a nuestro interlocutor otro punto de vista, tiene que venir en segundo lugar, antes hay que hacer algo muy importante, ¡sigue leyendo!
- El paso número uno es parar y ESCUCHAR y pensaréis, “si ya lo hago, pero me sigue reprochando que no lo hago, ¡no lo entiendo!”. Probablemente tenga que ver con la calidad de la escucha, la buena es la escucha con todos los sentidos, lo que llamamos escucha activa. Típico error: escuchar un problema de tu pareja mientras al mismo tiempo haces otra cosa, te lo recriminará y le contestarás, “¡pero si te estoy escuchando!”, no queridos, eso es oír, no escuchar…
- El paso número dos es lo que llamamos: “validar las #emociones”, es decir, cuando alguien te cuente que está triste, preocupado, enfadado o que tiene miedo a que algo vaya a ocurrir, lo primero que debemos hacer es conectar con esa emoción, mostrar empatía, generar un espacio y un momento donde esa emoción se permita y no se juzgue (no la cuestionemos, ni digamos que es una tontería). Con esto conseguiremos que nuestro interlocutor se sienta comprendido, escuchado y baje un poquito su intensidad emocional, entonces después podremos pasar al siguiente paso…
- El paso número tres ya puede ser la búsqueda de soluciones y puede que esa solución pase por la aceptación de que no hay solución. En cualquiera de los dos casos, yo siempre recomiendo primero tratar de potenciar la capacidad de mi interlocutor de buscar sus propias soluciones pero desde el acompañamiento, aquí estoy contigo: “Y qué se te ocurre que podemos hacer” y si no se le ocurre o está bloqueado entonces ofrecerle otros puntos de vista PERO evitando los imperativos: “es que lo que tienes que hacer es…”, llevan implícito un tinte de juicio que hace que la persona en ocasiones pueda rechace nuestra ayuda. A mí me gusta más utilizar los mensajes yo y los condicionales: “oye, y que te parecería si pruebas a hacer…” o “pues yo creo que en tu lugar haría…”. Generan muchas menos resistencias.
Espero que os resulten útiles estos pasos y, sobre todo, os animo a que los pongáis en práctica, son válidos para utilizar en todas las áreas y con todas las edades.
¡Feliz Jueves!
Ana S. Preysler
Directora de Equidae Psicología