Los que ya me conocen lo saben, los adolescentes son mi debilidad, sin duda mi población favorita para trabajar en terapia y frente a esa afirmación mucha gente durante años se ha sorprendido: “¡pero si son insoportables!”, “todo el día de mal humor, ¡no hay quién les diga nada!”. Y sí, tenéis razón, en la mayoría de los casos pasan de ser osos amorosos en la infancia a cardos borriqueros en la adolescencia. De hecho, en muchas familias el comentario es: “no reconozco a mi hijo, es como si de repente me lo hubieran cambiado”, y en gran parte es así, no son imaginaciones vuestras, el paso de la infancia a la #adolescencia supone atravesar una gran grieta.
La idea que tengo con este #post es daros otra perspectiva del #adolescente con la intención de que sepáis manejaros de forma más adaptativa con ellos sin morir en el intento, entenderles mejor y no frustraros tanto.
Lidiar con un adolescente es en muchos casos todo un reto. Más allá de que sus conductas a veces sean inadecuadas, que eso ya lo sabemos de sobra, yo quiero pararme a reflexionar en lo que generan en el adulto, ¿cómo se siente el adulto que tiene que relacionarse con un adolescente (un padre, una madre, un profe,…)?, la mayoría de las veces se sienten atacados, perdidos y que ponen, con sus continuos desafíos, en tela de juicio su autoridad, con lo cual esto se traslada a una conducta defensiva que se retroalimenta con la ya actitud defensiva propia del adolescente, haciendo un cóctel estupendo de #enfados, problemas de #comunicación, #reproches y en casos más graves, hasta situaciones violentas, que cursan en bucle.
¿Por qué ese cambio tan radical?
El paso de la infancia a la adolescencia es drástico en muchas ocasiones, pasan de querer estar pegados a papá y a mamá todo el rato a encerrarse en sus cuartos, de ser pequeñas lapas a gremlings con pinchos que se limpian la cara con asco cuando se les da un beso, que te miran de forma retadora y buscan obsesivamente la autonomía y la autosuficiencia, ¿¿qué ha pasado??
Os lo explico: está relacionado con el #desarrollo evolutivo y con el instinto de supervivencia. Cuando son pequeños su integridad física y emocional depende de los adultos que les rodean. Nos necesitan para cosas tan básicas como alimentarse, tener un hogar, educación, etc., como para asuntos más complejos como su #estabilidademocional y su #autoestima.
De repente cuando llegan a la adolescencia, se dan cuenta de forma brusca que están muy cerca de la edad adulta y que más pronto que tarde les tocará volar solos del nido, ¡socorro!, piensan, “si no tengo los recursos suficientes para hacer eso”, “si son #papá o #mamá los que me lo han ido resolviendo todo” (esto ocurre en la mayoría de forma inconsciente), entonces comienzan una carrera frenética hacia hacerse mayores lo antes posible y demostrarse a sí mismos que pueden, que son #autosuficientes y que no nos necesitan para nada. A esto le añadimos unos desajustes y reajustes hormonales que todavía amenizan más la fiesta.
¿Cómo podemos romper ese bucle y ayudarles/ayudarnos?
El adolescente tiene que poner de su parte trabajando su #autocontrol, #autorregulación #emocional y #comunicación #asertiva pero no deja se ser un niño con aspecto de mayor, así que necesita (aunque lo rechace) ayuda, es decir, amor y límites a partes iguales del adulto que tiene cerca.
El secreto, que sin duda no es fácil de aplicar y en ocasiones necesitamos ayuda #terapéutica, está en buscar un equilibrio entre permitirles esa búsqueda de autonomía, de dejarles hacer cosas por ellos mismos, que se equivoquen, que exploren y prueben, pero sin abandonarles y por supuesto, aunque protesten enérgicamente, sin quitar el cariño y la presencia del adulto con sus límites pertinentes.
Cuando hablo de abandono me refiero a “pasar de ellos”, en realidad es muy fácil caer en ello porque lo piden a gritos, de ahí el descoloque del adulto. Piden a gritos que les dejemos en paz, “no me mires, no me hables, no me toques”, pero por dentro necesitan que lo sigamos haciendo para darles seguridad, de alguna manera el plan es como: “hijo, vete a explorar que yo te espero aquí con un abrazo y un consejo por si lo necesitas”.
Recomendación-resumen padres, madres y profes, no dejéis de estar ahí por mucho que os rechacen, se que es duro porque somos humanos y tenemos nuestro corazoncito, pero no caigáis en la trampa, que no os engañen, os necesitan más que nunca.
¡Feliz día!
Ana S. Preysler
Psicóloga y Directora de Equidae
Nº de Col.: M-23895