El tema que nos concierne en esta ocasión resulta extenso y controvertido, razón por la que dedicaremos tres entradas del blog para trabajarlo y explicarlo como merece. Desde hace cierto tiempo nos viene alarmando no solo a la gente que trabajamos en el ámbito educativo, sino a profesionales de la salud mental y familias. Es la cuestión de la infancia y la adicción a las pantallas. En esta ocasión, para profundizar en el tema, plantearemos diversas cuestiones en formato de preguntas cuya respuesta podrá el lector ir descubriendo a medida que avance en la lectura. La relevancia del tema de la infancia y la adicción a las pantallas se hace ahora más vigente debido a los recientes cambios que la Academia Española de Pediatría ha introducido en sus recomendaciones sobre el uso de pantallas en la infancia y en la adolescencia.
Hasta ahora, dichas recomendaciones eran de cero pantallas en niños menores de 2 años, pero actualmente lo que aconseja la Academia Española de Pediatría es:
- 0 pantallas hasta los 6 años.
- 1h como máximo desde los 6 hasta los 12 años, incluyendo el tiempo de hacer los deberes.
- 2h como máximo de los 13 a los 16 años, incluyendo también el tiempo de hacer los deberes.
- A partir de los 16 años no se pronuncian, porque estas directrices vienen de la Academia Española de Pediatría.
¿Por qué la Academia Española de Pediatría ha modificado sus recomendaciones?
Los estudios que se han ido realizando en los últimos años indican que el uso continuado de pantallas en menores perjudica áreas como el sueño, el riesgo cardiovascular, el volumen cerebral o la alimentación, entre otros aspectos. Respecto a dichas áreas, los efectos son los siguientes:
- Cerebro: la evidencia científica apunta a una disminución del espesor de la corteza cerebral en varias regiones.
- Actividad física: el mínimo de tiempo que deben dedicar niños y adolescentes a realizar deporte es de 60 minutos diarios, comprobando la evidencia científica actual que los menores que más utilizan las pantallas son los más sedentarios.
- Alimentación: los estudios asocian el tiempo frente al televisor, la tablet o el móvil con una dieta menos saludable, aumentando el riesgo de sobrepeso y obesidad.
- Riesgo cardiovascular: la falta de ejercicio físico por dedicar demasiado tiempo a las pantallas aumenta el riesgo de desarrollar síndrome metabólico.
- Salud ocular: el ojo seco, la picazón ocular, el lagrimeo, o la visión borrosa son síntomas causados por el uso continuado de pantallas. En concreto favorece especialmente la aparición de miopía progresiva y el estrabismo agudo.
Nota de la autora: al emplear el término “infancia” se hace referencia al concepto utilizado por la Organización Mundial de la Salud, que alude a todas las personas que son menores de 18 años. Ahora bien, crecer es un proceso largo y esta maduración requiere de un largo tiempo para nuestro cerebro, de modo que aunque una persona haya cumplido los 18 años y legalmente o jurídicamente sea considerada adulta, cuando hablamos de educación y sobre todo cuando hablamos de psicobiología no debemos emplear el término adulto para referirnos a una persona que ya ha cumplido los 18 años. Sirva la presente aclaración al lector para exponer la relevancia y actualidad del tema presentado no solo para las primeras etapas de la infancia sino también para adolescentes y adultos jóvenes.
Uno de los aspectos que abordaremos en la entrada del blog de hoy es cómo se genera una adicción en términos de psicobiología, hecho aplicable no solamente a las pantallas sino a estímulos externos como la comida, el azúcar, el alcohol, el tabaco, la pornografía o cualquier estímulo externo que sea susceptible de generar adicción.
Para poder profundizar en el tema, hoy comenzaremos, en primer lugar, definiendo cómo es la estructura del cerebro humano y cómo funcionan los procesos que ocurren en nuestra mente en términos de comunicación neuronal y desarrollo de adicciones.
¿Cómo se comunican las neuronas en el cerebro?
El cerebro humano es un órgano muy complejo que funciona como un sistema, es decir, cada parte realiza un trabajo específico. El trabajo de estas partes se va sumando al trabajo de las otras partes del cerebro; dicho proceso nos hace funcionar y comportarnos de cierta manera. Dentro de este sistema tan complejo, lo que específicamente vamos a abordar en el tema de esta y las próximas entradas del blog es el llamado sistema de recompensa del cerebro, o sistema de recompensa dopaminérgico, o simplemente sistema dopaminérgico y cómo se relaciona esto con la adicción a las pantallas.
El sistema dopaminérgico es un conjunto de estructuras que, mediante estímulos, nos hace sentirnos bien después de realizar una actividad concreta o también se encarga de modificar nuestros comportamientos mediante refuerzos positivos.
Durante algún tiempo, hace ya años, había una teoría en neurociencia que se llamaba computacionalismo, y que comparaba el cerebro humano con una computadora, es decir, con un ordenador, que es una máquina increíblemente compleja e intrincada. En realidad, en vez de todos esos circuitos eléctricos que controlan los dispositivos electrónicos, lo que tiene nuestro cerebro son miles de millones de células que se llaman neuronas y que están organizadas en circuitos y redes.
En concreto, una persona adulta tiene aproximadamente unas veinte mil millones de neuronas. Cada una de estas neuronas actúa como un interruptor. Como ejemplo puede el lector pensar en el interruptor de la luz del pasillo: así cada neurona controla el flujo de información; así las veinte mil millones de neuronas que tenemos en nuestro cerebro. Si una neurona recibe suficientes señales de otras neuronas con las que está conectada, se activa y dispara su propia señal a otras neuronas del circuito.
De este modo, nuestro cerebro está compuesto por muchas partes diferentes que tienen circuitos interconectados y que funcionan juntas, en equipo, por ello decimos que el cerebro es un órgano que funciona en términos de sistema.
Ahora bien; los distintos circuitos cerebrales son los responsables de coordinar y llevar a cabo funciones específicas. El proceso por el que ocurre esto consiste en que las redes de neuronas se dedican a intercambiar señales entre ellas y también con otras partes del cerebro, de la médula espinal y de los nervios que se encuentran en el resto del cuerpo, que es el sistema nervioso periférico. ¿Cómo se envía, por tanto, la información entre las neuronas?, Es decir, ¿cómo una neurona dispara a otra un flujo de información? Para enviar un mensaje, una neurona cualquiera libera un neurotransmisor, una sustancia química, en el espacio que existe entre ella y la neurona siguiente. Este espacio recibe el nombre de sinapsis. De este modo, el neurotransmisor, es decir esta sustancia química, cruza la sinapsis y se adhiere a los receptores de la neurona que recibe el mensaje, como si fuera una llave que encaja en una cerradura.
Este neurotransmisor, al entrar en la siguiente neurona, origina cambios en la célula receptora. Existen otras moléculas llamadas transportadores que reciclan los neurotransmisores (es decir, los devuelven a la neurona de donde salieron en primer lugar), a fin de limitar o cancelar la señal emitida entre las neuronas.
En nuestro cerebro tenemos varios tipos de neurotransmisores, una de ellas es la dopamina, que está implicada en el sistema de recompensa dopaminérgico: es el neurotransmisor que estudiaremos a lo largo del tema propuesto porque es el que está directamente relacionado con el desarrollo de las conductas adictivas, de ahí la importancia de comprender cómo funciona el sistema de recompensa de nuestro cerebro.
¿Cómo se activa el sistema de recompensa?
Nuestro sistema de recompensa se activa cuando hay un estímulo externo, o sea un estímulo que viene del mundo exterior, que nos da sensación de placer; es decir, percibimos un estímulo externo como algo placentero y nuestras neuronas liberan los neurotransmisores responsables de sensaciones placenteras. Principalmente vamos a encontrar dos tipos de neurotransmisores en el sistema de recompensa dopaminérgico: uno es la dopamina, que es el que le da el nombre a este sistema de recompensa, y otro es la oxitocina.
¿Para qué sirve el sistema de recompensa?
El objetivo del sistema dopaminérgico es hacer que queramos repetir un comportamiento, como forma de asegurar la existencia. Por ejemplo, la sensación placentera que sentimos al comer algo que nos encanta, hace que queramos repetir la acción de comer, asegurando así la supervivencia de la especie mediante el consumo de alimentos. Y lo mismo que el sistema de recompensa activa nuestras ganas de querer repetir la acción de comer, porque sentimos placer cuando comemos, también hay otros comportamientos que tenemos tendencia a repetir por este sistema de recompensa. Ahora bien, esos comportamientos normalmente están relacionados con las leyes de la supervivencia, que están integradas en nuestro cerebro.
¿Cuáles son las leyes por las que se rige nuestro cerebro? Hay dos leyes que gobiernan a la especie humana por encima de todas las demás leyes. Una es la supervivencia del individuo y la otra es la supervivencia de la especie. Esas son nuestras dos leyes fundamentales que condicionan todo nuestro comportamiento. Para garantizar que en todo momento estamos dispuestos a procurar ambas supervivencias, nuestro cerebro está dotado con este espectacular y complejísimo circuito de recompensa. El problema aparece cuando se descontrola la exposición al estímulo externo, ya que modificamos tanto nuestro comportamiento que podemos generar una adicción, sobre todo en la infancia, por la inmadurez de algunas partes del cerebro de los niños, pero eso lo vamos a explicar un poquito más adelante. Continuaremos explicando cómo se produce la adicción a las pantallas a partir de la información que tenemos, a fin de poder conocer cómo funciona nuestra mente para aprender a prevenir y/o revertir los efectos nocivos del uso continuado de pantallas.