Infancia y adicción a las pantallas (parte 3)
¿Por qué el uso de pantallas puede resultar para los menores más adictivo que las recompensas naturales? 

De la misma manera que para la infancia el uso de pantallas produce una euforia muy intensa, también produce en su cerebro oleadas de dopamina mucho más grandes que cualquier recompensa natural, lo que refuerza poderosamente la conexión entre el uso de esta pantalla, el placer resultante y todas las señales externas relacionadas con la experiencia. Las grandes oleadas de dopamina le enseñan literalmente al cerebro del menor a buscar más pantallas y a dejar de lado otras actividades más sanas. A esto hay que añadir lo que explicamos a lo largo de las dos entradas anteriores de las partes del cerebro que están implicadas en el sistema de recompensa y de qué se encarga cada una, por ejemplo, recuerde el lector que la corteza prefrontal es la que más tarda en madurar y es la que se encarga de la capacidad de pensar, planificar, resolver problemas, tomar decisiones y controlar impulsos. Por lo tanto, si esta parte del cerebro, que es la que más tarda en madurar, se ve expuesta al uso continuado de pantallas, no solamente se van a ver afectadas todas estas funciones, entre otras, sino que la probabilidad de desarrollar una adicción es mucho mayor porque precisamente la parte de control de impulsos está mucho más inmadura en el cerebro infantil.  

Cuando -a raíz de los cambios que las pantallas originan en el sistema de recompensa de la infancia- se crea una asociación entre sensación de placer y el uso de pantallas, la exposición frecuentemente puede desencadenar deseos incontrolables de tener acceso a un dispositivo móvil o a una tablet, hecho que el lector habrá detectado en diversas ocasiones cuando un niño pide que se le deje el móvil y el adulto establece el límite de no darle libre disposición; hecho que desencadena habitualmente fuertes y descontrolados desbordamientos emocionales. Esto es un síntoma muy claro de que está ocurriendo algo grave en el sistema de recompensa de este menor, y por lo tanto, en todas las áreas de su cerebro y en su comportamiento. 

¿Por qué el uso de pantallas puede resultar para los menores más adictivo que las recompensas naturales? 

Para el cerebro de los niños, la diferencia entre las recompensas normales y las recompensas del uso de las pantallas se puede comparar con la diferencia entre la música cantada en directo o un concierto amplificado con incontables altavoces. De la misma manera que bajamos el volumen de un altavoz cuyo sonido nos resulta excesivamente alto, el cerebro de un niño que hace uso continuado de las pantallas se ajusta y produce menos neurotransmisores en el circuito de recompensa o reduce la cantidad de receptores que pueden recibir señales. El resultado de esto es que la capacidad del menor para experimentar placer con las actividades que estimulan la recompensa en forma natural también disminuye. 

Por esta razón, un menor que utiliza las pantallas de forma continuada acaba por sentirse apagado, sin motivación, desanimado o deprimido y no puede disfrutar de cosas que antes le causaban placer. Cuando encontramos niños pequeños o adolescentes que llegan a estos estados anímicos, necesitan continuar utilizando su móvil, o su tablet, para sentir apenas un nivel normal de recompensa, lo que solo empeora el problema y crea un círculo vicioso. Muy a menudo, también necesitará estar mucho más tiempo con el dispositivo móvil o tablet para lograr la misma euforia, un efecto que se conoce como tolerancia. 

¿Cuáles son las etapas del circuito de recompensa para que se produzca una adicción?  

El circuito de recompensa del cerebro se activa a través de un proceso que puede dividirse en cinco etapas: 

  1. Estimulación: Todo comienza con un estímulo, en este caso la exposición del menor a las pantallas. Es decir, la fase 1 de estimulación empieza en nuestros sentidos, en los ŕoganos de percepción, al que cada menor tiene más o menos sensibilidad. De esto se encarga la corteza prefrontal, el área del cerebro responsable de la planificación, la toma de decisiones y el control del comportamiento. 
  2. Evaluación: El cerebro del menor evalúa el estímulo percibido en función de experiencias pasadas y expectativas. Si el estímulo es percibido como positivo, se activará el circuito de recompensa e impulsará al menor a conseguir el propósito: disponer de un dispositivo móvil o tablet
  3. Liberación de dopamina y endorfinas: ocurre como respuesta a esta evaluación, hacia la parte del cerebro denominada núcleo accumbens, que se considera una central de recompensas, porque es fundamental en la percepción del placer y la motivación. 
  4. Experiencia de placer: las hormonas actúan en el núcleo accumbens, creando una sensación de placer o satisfacción y generalmente un pico muy intenso y fuerte, pero con una caída bastante brusca, que es la clave de la adicción. 
  5. Refuerzo: El cerebro almacena la información sobre esta experiencia placentera, y la asocia con el estímulo original. Esto aumenta la probabilidad de que el menor busque repetir la experiencia del uso de pantallas en el futuro.  

Para finalizar, ¿Qué podemos hacer para restaurar el circuito de la recompensa del cerebro? 

En los casos de adicción a pantallas, lo fundamental es ayudar al menor  a volver a conectar con la realidad. Esto quiere decir que cuantas más recompensas naturales seamos capaces de recuperar, menos recompensas artificiales le va a  pedir el organismo al menor, y menos va a padecer por caer en la tentación de volver a usar las pantallas. El objetivo concreto es reconfigurar el sistema de recompensa para que vuelva a premiar lo verdaderamente importante, hecho que puede trabajarse desde la familia, en entornos profesionales de salud mental y en contextos socioeducativos, puesto que se trata de una realidad cada vez más común que socialmente tiene un gran impacto. 

El primer paso es identificar posibles heridas emocionales que puede estar teniendo el menor y que están perjudicando su sistema de recompensa del cerebro. Veamos algunos ejemplos a continuación: problemas familiares, separaciones con el padre o madre, que hacen que se refugien en este mundo artificial, la relación con el cole o el instituto, si hay problemas con otros compañeros de clase, si están teniendo problemas de autoestima, o con la validación social, o son menores que se están sintiendo solos, o se encuentran en entornos sociales tóxicos, etc. Todo esto es fundamental sobre todo cuando hablamos de adolescentes y pre-adolescentes porque generalmente suele existir una causa por la que se están refugiando en las pantallas y en las redes sociales y que no es únicamente por adicción. Cuando logramos identificar esa causa e intervenimos, suele ser más fácil volver a conectar con la realidad y recuperar las recompensas naturales.  

 5 consejos para recuperar el circuito de recompensa natural: 

  • En cuanto al movimiento, es recomendable encontrar un deporte que le guste al menor, cualquier ejercicio que le haga sentirse bien, preferiblemente si es un deporte en equipo que le ayude a tener relaciones reales con personas de verdad.  
  • Búsqueda de espacios de comunicación y confianza en familia. Es necesario crear momentos de confianza, espacios de comunicación segura y respetuosa, donde los menores puedan contar en casa si están teniendo un problema en el cole, si está pasando algo en el instituto, si hay una persona que de alguna manera les está haciendo daño…Este tipo de información no suelen compartirla y exponerla si no se ha trabajado previamente la creación de espacios de comunicación asertiva en familia, puesto que no lo perciben como algo que están acostumbrados a hacer y no están familiarizados con este tipo de prácticas. Cuando un menor tiene un problema, si no está acostumbrados a poder comunicarlo con naturalidad, seguridad y confianza en casa, lo más habitual es 

que simplemente se limiten a refugiarse en algo que les haga sentir mejor. Eso, hoy en día, es el móvil. Y el móvil es una ventana a redes sociales, a vídeos de contenidos sexual o violento, o a terceras personas a las que no conocen y cuyas intenciones pueden resultar perversas, etc. Por tanto, es muy recomendable crear espacios de comunicación y confianza en familia.  

  • Aprender a poner límites y a decir “no”. Existe una tendencia actualmente en ciertos estilos educativos en que las familias se sienten culpables al poner límites, especialmente cuando son familias que no pueden pasar mucho tiempo con sus hijos por una limitada conciliación familiar. Sin embargo, tanto los niños como los adolescentes necesitan la regulación y la moderación de la figura del adulto, necesitan tener límites y que en ciertas ocasiones se les diga que no. Esto no significa que los límites se pongan de manera hostil, ya que se puede decir no  con cariño y fomentando vínculos de apego seguro, pero es necesario que los menores tengan límites, tiempos establecidos, horarios de llegada a casa y pequeños gestos que les ayudan a regularse y moderarse. 
  • Aprender a disfrutar de los procesos. Esto es algo especialmente complicado en la actualidad porque socialmente existe un enfoque predominante hacia el resultado final, el cumplimiento de objetivos y la evitación de la frustración. Sin embargo, la frustración forma parte de la vida y el fracaso o el no conseguir lo que yo quieroforma parte de la vida. Es necesario enseñar a los menores a disfrutar del proceso, independientemente del resultado; y aprender que a veces ese resultado no va a ser el esperado. Los menores necesitan aprender a frustrarse y lidiar con ello, acompañados de la figura del adulto. 
  • Por último, enseñarles a ser conscientes de las influencias externas. Por ejemplo, la publicidad y las redes sociales están diseñadas para captar su atención utilizando el circuito de recompensa y modificar su comportamiento poco a poco. Los menores necesitan saber que son manipulados a diario a través de la exposición a la publicidad y/o redes sociales; que hay influencias externas a las que no deben prestar atención, porque alertarles sobre esto y enseñarles a identificar estas influencias externas les da fortaleza. La forma más eficaz de evitar este tipo de influencias es construir con ellos una buena autoestima.  

Si tenemos a menores seguros de sí mismos, conscientes de las influencias externas, que saben tolerar la frustración pero que igualmente disfrutan del proceso, que tienen límites claros en su vida y que tienen espacios donde pueden comunicarse en familia y en confianza, entonces les estaremos dando las mejores armas para prevenir la adicción a las pantallas.

Nuria Shang, 

Pedagoga especializada en neuropsicología cognitiva. 

Colegiada 47780.

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