Esta semana me gustaría hablaros de la personalidad, ya que todos tenemos nuestra propia personalidad, y en función de ella se regirán nuestros pensamientos y actuaciones.

En las últimas décadas, el estudio de la personalidad y sus trastornos ha sido un aspecto fundamental del abordaje de la psicología.

Los trastornos de la personalidad ocupan hoy en día un lugar dominante en el ámbito diagnóstico y constituye un área de estudio científico. Sin duda, el estudio de los trastornos de la personalidad es complejo y mucho más sofisticado que la descripción cotidiana de la personalidad.

El término personalidad procede del vocablo latino “persona”, que originariamente se refería a la máscara que utilizaban los actores en el teatro clásico.

personalidad

Cada máscara se asociaba con un tipo de carácter, por lo que el público ya se iba preparando para el papel que cada personaje iba a representar.

Como la máscara asumida por el actor, el término persona sugería una pretensión de apariencia, es decir, la pretensión de poseer rasgos distintos de los que caracterizan realmente a la persona que hay detrás de la máscara.

Al cabo del tiempo, el término persona perdió su connotación de pretensión e ilusión y empezó a representar no a la máscara, sino a la persona real o a sus características explícitas.

El último significado del término personalidad profundiza en la impresión superficial para iluminar el mundo interno, casi nunca manifiesto, y las características psicológicas ocultas de la persona.

Por tanto, a lo largo de la historia, el significado del término ha pasado de ser una ilusión de lo externo a referirse a una realidad externa y, finalmente, a rasgos internos oscuros u ocultos. Este último significado es el más cercano al uso contemporáneo del término.

Hoy en día, la personalidad se define como un patrón complejo de características psicológicas profundamente enraizadas, que se expresan de forma automática en casi todas las áreas de la actividad psicológica. Un sistema de unidades mediadoras (expectativas, metas, creencias…) y procesos psicológicos (cognitivos y afectivos), conscientes e inconscientes, que interactúan con la situación. Es decir, la personalidad es un patrón de características que configura la constelación completa de la persona.

La personalidad suele confundirse con dos términos relacionados con ella:

  • Temperamento
  • Carácter

Aunque en el lenguaje cotidiano los tres tienen un significado similar, el carácter se refiere a las características adquiridas durante nuestro crecimiento y conlleva un cierto grado de conformidad con las normas sociales. El temperamento, por el contrario, no es el resultado de la socialización, sino que depende de una disposición biológica básica hacia ciertos comportamientos.

El carácter refleja el resultado de la influencia de la educación, mientras que el temperamento representa la influencia de la naturaleza, físicamente codificada.

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Algunas características que nos pueden dar indicios de la existencia de un trastorno de personalidad son las siguientes (Millon, 1969):

1. La primera característica patológica procede directamente de la concepción de la personalidad como la analogía psicológica del sistema inmunitario: los trastornos de la personalidad tienden a presentar una estabilidad frágil, o una carencia de capacidad de adaptación, en condiciones de estrés. La mayoría de las personas disponen de variadas y flexibles estrategias de afrontamiento. Cuando una determinada conducta o estrategia no funciona, las personas normales cambian y pasan a utilizar otra. Sin embargo, las personas con un trastorno de la personalidad tienden a utilizar las mismas estrategias una y otra vez, con variaciones mínimas. El resultado es que siempre acaban empeorando las cosas. En consecuencia, el grado de estrés se incrementa, amplifica su vulnerabilidad, provoca situaciones críticas y produce percepciones de la realidad social cada vez más distorsionadas.

​2. La segunda característica se solapa con la primera: las personas con un trastorno de la personalidad son inflexibles desde el punto de vista adaptativo. El funcionamiento de la personalidad normal incluye la capacidad de ser flexible en cuanto al papel que se desempeña, es decir, la capacidad de saber cuándo tomar la iniciativa y modificar el entorno y cuándo adaptarse a lo que el entorno dispone. Las personas normales son flexibles en sus interacciones, es decir, sus iniciativas o reacciones son proporcionales y adecuadas a las circunstancias que las suscitan. Cuando la situación limita la conducta, el comportamiento de las personas normales tiende a coincidir, independientemente de la personalidad. En cambio, las personas con un trastorno de la personalidad disponen de pocas estrategias y conductas alternativas, y las imponen rígidamente sobre unas circunstancias para las que no encajan. Impulsan o controlan implícitamente las situaciones interpersonales mediante la intensidad y rigidez de sus rasgos, que constriñen el curso de la interacción. Dado que no pueden ser flexibles, el entorno debe flexibilizarse al máximo. Cuando el entorno no puede adaptarse a la persona se produce una crisis. En consecuencia, se reducen aún más las oportunidades de aprender estrategias nuevas y más adaptativas, y la vida se vuelve mucho menos placentera.

3. La tercera característica de las personas con un trastorno de la personalidad es consecuencia de la segunda. Dado que estas personas no son capaces de cambiar, los repertorios patológicos que dominan su vida se repiten una y otra vez como círculos viciosos. Las personalidades patológicas son, a su vez, patogénicas. Pierden oportunidades de mejorar, ocasionan nuevos problemas y crean constantemente situaciones que replican sus fallos y que suelen ser variaciones mínimas sobre unos pocos asuntos relacionados con la auto-devaluación.

Todos los trastornos de personalidad se pueden tratar con terapia psicológica, y la Terapia Asistida con Animales es una buena opción para hacerlo.

Si tienes alguna consulta puedes hacérnosla a través de nuestro email info@equidae.es.

Espero que os haya gustado el post. ¡Feliz semana!

Raquel Escobar Sáez

Psicóloga Colegiada M-32149

Responsable de Programas y Talleres de Equidae

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