Una nueva estrella en el cielo llamada Tami.
Mi post de esta semana no va a ir sobre ningún tema de Psicología, ni sobre ninguna reflexión de las que me gusta compartir con vosotros.

Hoy escribo en homenaje a una de esas personas que cuando nos dejan no te queda otra que cabrearte mucho con el mundo y en este caso, con los políticos y con el Ministerio de Sanidad por no dedicarse a lo verdaderamente importante, destinar más fondos y recursos a la investigación para que no nos sigamos quedando demasiado pronto sin esos seres de luz, sin los angelitos que nos cuidan y acompañan en la Tierra como era Tami.

¿Qué quién era Tami?, Tamáriz Álvarez, era tantas cosas que este post se me queda corto, era la mejor amiga, la mejor hija y hermana, la mejor novia, la mejor dueña de Pippa, la eterna sonrisa, la magia, la luz, persona vitamina como ninguna otra, disfrutona, soñadora, inasequible al desaliento, la mujer más luchadora y con más agallas que he conocido, era un 12 en todo lo que se proponía. Además, era la fundadora de la ONG Cabezotas contra el Cáncer y mi paciente desde 2019. Con cada “era”, en vez de lo que tenía que haber si un “es”, el corazón me da una nueva punzada y es que Tami logró atravesar irremediablemente la barrera psicólogo-paciente desde la 1ª sesión, desde que la conocí recuerdo pensar, “qué duro va a ser el día que la pierda…” Y es que Tami tenía desde 2019 un cáncer de mama metastásico contra el que luchó titánicamente de la mano de su doctor Javier Cortés Castán, reputadísimo oncólogo y su ángel en la Tierra como siempre decía ella.

El pasado viernes estaba dando clase en la universidad, al terminar miré el móvil y tenía una llamada perdida y un mensaje de una persona que tenemos en común: “Ana, llámame cuando puedas”. En ese momento se me heló la sangre porque supe inmediatamente de qué se trababa a pesar de que podría haber sido perfectamente por otro motivo.

No me lo quería creer, ahora no, por favor, que nos estábamos escribiendo para ir a visitarla al hospital, no sin despedirme, no sin acompañarla y darnos uno de esos abrazos de despedida que tanto nos gustaban, no sin arroparla, sin saber si necesitaba hablar sobre algo, no sin conocer si tenía miedo o preocupación y yo la podía acompañar, no así…

En mis años de trabajo como Psico-oncóloga he tenido que despedirme de otros pacientes, cada despedida es un trago amargo, es un duelo que se traduce en un recuerdo imborrable pero la pérdida de Tamáriz está siendo, sin lugar a dudas, la peor de todas. Hablaba ayer un ratito con su chico, Dani, en el tanatorio y le decía lo muchísimo que la quería y él me contestó: “Ana, es que eso era muy fácil”, y qué gran verdad, porque quererla era más que fácil, era inevitable como también lo era que te hiciese sentir una persona especial y es que tenía un don para llenar de luz y energía a cada persona que se cruzaba en su camino.

Querida Tami, desde donde estés, gracias por confiar en mí y darme la oportunidad de recorrer contigo estos años, me siento una afortunada. Me va a costar mucho superar tu pérdida, lo sé, pero trataré de ir convirtiéndola en el recuerdo eterno de un ejemplo de mujer y calidad de ser humano. Te prometo cuidar de los tuyos en todo lo que necesiten, quédate tranquila.

P.D.: Abraza fuerte a mi mami hasta que me reúna con vosotras.

Descansa en paz, princesa. Te quiero infinito.

Ana S. Preysler

Directora de Equidae Psicología

Psicóloga Col. Nº M-23895

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