"A propósito de San Valentín..."

Tranquilos, ¡que no cunda el pánico!, mi nuevo post no es uno más de los miles que va a haber esta semana acerca de San Valentín (he de decir que hasta nuestro querido community manager estaba escéptico, tranquilo Jose, que no va de eso, ¡lo prometo!).

Mi intención queda lejos de abrir un debate sobre si realmente la fecha existe y se debe celebrar o es creación del Corte Inglés fomentando el consumismo o viéndolo desde el otro lado, sobre si el amor se celebra todos los días (que de paso pienso que sí).

En realidad este post va acerca de la reflexión sobre el AMOR CONDICIONADO, ¿os suena?

Para ponernos en situación voy a empezar por no caer en la hipocresía. Señores, nos guste o no (pelis de Disney aparte) el amor va de DAR, sí, pero también de RECIBIR. Tal vez ese RECIBIR ni siquiera nos lo da la otra parte, tal vez nos compensa la satisfacción implícita de DAR, pero la realidad es que hay una contrapartida, tiene que haberla, al fin y al cabo amar implica una acción y seguro que sabréis que las conductas se repiten cuando son reforzadas, en el momento que dejan de obtener un refuerzo (del tipo que sea, positivo o negativo), se extinguen y lo mismo ocurre con el amor…

Aclarado este punto, ¿a qué pensáis qué me refiero con AMOR CONDICIONADO?

Vamos a reflexionar juntos. Pensad en una relación que conozcáis, puede ser la vuestra propia o ajena, del tipo que sea, de amistad, de pareja, familiar… ¿la tenéis?

Ok, ahora preguntaros, ¿por qué se aman o por qué amáis a esa persona en la que estáis pensando?. Una segunda pregunta, ¿la amáis siempre, en todas las circunstancias?, o, ¿tal vez solo cuando se comporta como esperan o esperáis?, si la respuesta es SI, me temo que están/estáis cayendo en una forma de amor condicionado…

El amor condicionado es lo contrario al AMOR INCONDICIONAL que es el amor de madre por antonomasia (aunque cierto es que no siempre se cumple…). El amor de la madre a un hijo está a prueba de todo, a prueba de mal y buen comportamiento, de desagradecimiento, de malos humores y peores palabras, a prueba de muestras de impaciencia y cabezonería, de disgustos, noches en vela e injusticias. ¡OJO!, pero no lo confundamos con la desaprobación de ciertas conductas (incluso de querer regalárselos al vecino cuando se ponen insoportables) y he aquí el kit de la cuestión.

Querer y desaprobar conductas no está reñido. Ambas pueden y deben vivir en armonía.

Las secuelas del amor condicionado entre amantes (personas que se aman) tiene muy malas consecuencias. Cuando sentimos que solo nos aman cuando hacemos y somos como esperan que lo hagamos desata una infinidad de inseguridades, recelos, sentimientos de frustración y en ocasiones de indefensión, no debemos olvidar que es una PRÁCTICA MANIPULATIVA (a veces consciente pero la mayoría de las veces inconsciente) para conseguir que la otra persona cambie a nuestro antojo.

La realidad es que en muchas ocasiones resulta efectivo, la otra persona sucumbe a nuestras intenciones con tal de no perdernos, pero a un alto precio, la relación se verá deteriorada y además, nunca será una relación sana y equilibrada, en la que cada miembro es capaz de comportarse de manera genuina.

Y entonces, ¿dónde se encuentra el equilibrio?

Una relación será sana cuando la recepción o entrega de amor no dependa de nuestros actos. Podemos desaprobar comportamientos, discutirlos, pedir cambios pero sin que implique dejar de querer, sería algo así como: “te quiero con locura pero no me vuelvas a hacer esto”.

Hay muchas formas de mostrar amor incondicional como por ejemplo:

  • Aceptar y pedir disculpas. No caer en orgullos malentendidos.
  • Cuidar las formas en las que se transmite el desacuerdo => no usar palabras hirientes o tocar en puntos débiles.
  • Demostrar con hechos (no solo con palabras) que el amor persiste pese todo.
  • Haciendo y demostrando cambios personales que favorezcan la relación y le muestren a la otra persona cuanto le importas.
  • Aceptando las diferencias del otro, recordad que cada uno de nosotros somos “biografías únicas” y por ello no debes esperar que alguien (ni siquiera tu hijo) sea exactamente como tú quieres que sea.
  • Permitir la diferencia de opiniones y de formas de sentir, expresar, actuar.

Espero que os haya gustado y nos vemos en la próxima.

Ana Preysler

Psicóloga colegiada M-23895

Especialista en clínica infanto-juvenil

P.D.: ¡FELIZ SAN VALENTÍN! 🙂

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