“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.” (Aristóteles)
Cada vez con más frecuencia nos encontramos con noticias espeluznantes en las que menores son víctimas o agresores de actos de gran violencia. Es alarmante la tendencia en las nuevas generaciones al aislamiento, la depresión, la ira, la falta de disciplina, el nerviosismo, la ansiedad, la impulsividad, la falta de atención y la agresividad.
Pero si nos vamos al mundo de los adultos, la cosa desgraciadamente no mejora mucho. No hace falta ahondar demasiado para darnos cuenta de que cada vez la gente es menos respetuosa, menos empática, discute y se enfada con más frecuencia, e incluso, no duda en llegar a las manos o en poner en riesgo la vida de los demás, por incidentes o errores que podrían resolverse dialogando.
Todo esto es un claro reflejo de nuestra torpeza emocional, la desesperación y la insensatez que cada vez más se apodera de todos nosotros.
Hemos perdido la paciencia, el respeto, la empatía, lo que viene siendo, la humanidad. Nos estamos deshumanizando. La comprensión parece que ya no es una opción en esta sociedad acelerada que no tiene tiempo ni para errores.
En definitiva, HEMOS PERDIDO EL CONTROL DE NUESTRAS EMOCIONES. Estamos viviendo una CRISIS EMOCIONAL COLECTIVA.
Y yo me pregunto, ¿pero qué está ocurriendo?
Si el ser humano está en constante evolución, y todo lo que nos rodea evoluciona y mejora a pasos agigantados, ¿por qué el ser humano en vez de mejorar, parece que va de cabeza a la autodestrucción?
Terminaremos matándonos y pisoteándonos unos a otros si seguimos por este camino, por lo que hoy ruego tomemos conciencia.
Nos hemos centrado tanto en los estudios, el trabajo, las cosas materiales, las prisas por tenerlo todo cuanto antes, que con tanta prisa se nos ha olvidado algo realmente vital: LAS EMOCIONES.
Todo eso es importante, pero también lo es trabajar nuestra inteligencia emocional, ya que en multitud de ocasiones nos vamos a ver envueltos en situaciones en las que nuestras emociones jueguen un papel fundamental. Como ocurre cuando las cosas no salen como esperábamos, y nos vemos envueltos en un huracán de emociones negativas del que no sabemos escapar y del que la razón parece desentenderse. No entendemos nada, nos quedamos bloqueados, o incluso perdemos los nervios, llegando a hacer auténticas estupideces.
Está más que demostrado que aquellas personas que no logran controlar su mundo emocional tienen mucho más riesgo de padecer depresión, verse envueltos en una vida llena de violencia, así como de padecer trastornos alimentarios y problemas de drogas.
Por lo que dejar al azar nuestra vida emocional y la de nuestros hijos, no es una opción.
A diferencia de la capacidad intelectual, la cual heredamos a través de los genes, la inteligencia emocional se puede trabajar. Por lo que la infancia y la adolescencia constituyen una etapa fundamental para adquirir los hábitos emocionales que regirán el resto de nuestras vidas.
En las escuelas se debería incluir en su programa de estudios la enseñanza de habilidades tan esencialmente humanas como el autoconocimiento, el autocontrol, la empatía, el arte de escuchar, resolver conflictos y colaborar con los demás.
Fomentemos habilidades tan esenciales como el entusiasmo, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo, para dar a los más jóvenes la oportunidad de vivir una vida más plena y feliz.
Otorguemos a las emociones la verdadera importancia que merecen.
En Equidae lo hacemos, por lo que próximamente realizaremos un taller de inteligencia emocional para todas las edades. ¡No os lo podéis perder!
¡Espero que os haya gustado!
Raquel Escobar Sáez
Psicóloga Colegiada M-32149
Responsable de Programas y Talleres de Equidae